Elvira compartía la pasión por la misión de la beata Margarita López
de Maturana que convirtió un convento de la Merced en todo un instituto
misionero. Eran las Mercedarias Misioneras de Berriz a las que Elvira se
unió en 1943, con 26 años.
Ella misma contaba el pasado Domund lo que ha sido su vida en la
misión en Japón: “Mi trabajo ha sido la Educación en nuestros colegios y
la Catequesis. He sido muy feliz cooperando con mis hermanas. Cuando
por la edad tuve que dejar la educación, visitaba a los detenidos en la
cárcel y también fui feliz, sobre todo cuando un preso chino pudo
recibir el Bautismo”.
La edad no parece ser un problema para esta misionera: “Ahora estoy
en silla de ruedas porque tuve varias fracturas, pero mi felicidad,
aunque de distinta manera, sigue siendo, quizás, mayor; porque tengo más
tiempo para pedir al Padre por TODO y por TODOS y puedo sentir, con
agradecimiento, la ayuda de las personas que me rodean. Sobre todo la de
Jesús y la de Nuestra Madre que están siempre a mi lado haciendo todo
lo que les pido porque yo no puedo. Además puedo ayudar con el español y
hacer cosas de punto para los ‘sin techo’ y otros necesitados”.
En noviembre de este año, cumplirá 75 años de vida religiosa, de
consagración a Jesucristo. Seguro que ha leído muchas veces las palabras
de su fundadora, Margarita, sobre el “resumen” de lo que debe ser la
vida religiosa: “Jesucristo. Y acabada esta palabra ya no sé qué decir, y
es que quisiera que este Jesucristo sea para nosotras todas las
palabras, encierre todos los sentidos, abarque todos los programas,
sintetice todos los amores, alumbre todas nuestras rutas, guíe todos
nuestros pasos, compendie todas las aspiraciones y sea el principio,
medio y fin de nuestra vida entera…”.