El hermoso imperativo que ha sido elegido como lema del Domund 2016, en su 90 aniversario, nos recuerda la vocación de nuestro padre Abrahán, cuando fue llamado por Dios para salir de Ur de Caldea, lugar ubicado en la antigua Mesopotamia, la tierra entre los ríos Tigris y Eúfrates, hoy Irak, para dirigirse a Canaán, la tierra de la Promesa.
El
cardenal Filoni, actual Prefecto de la Congregación para la Evangelización de
los Pueblos, Nuncio Apostólico en Jordania e Irak, de 2001 a 2006, acaba de
publicar un interesante libro: La
Iglesia en Irak, donde narra las vicisitudes históricas y las dificultades
de las antiguas comunidades cristianas de Mesopotamia hasta llegar a nuestros
días1.
En Hechos de los Apóstoles (2,9) se habla de “los habitantes de Mesopotamia” que recibieron, como otros muchos pueblos extranjeros, el don del Espíritu Santo en Jerusalén. Hay una tradición que dice que fue el apóstol Tomás y sus discípulos quienes introdujeron el Evangelio en esta región. Se conservan testimonios arqueológicos de una domus paleocristiana en Dura-Europos y fragmentos de pergaminos con oraciones eucarísticas de los s. II y III.
Salir es un verbo de acción, de ponerse
en camino y no siempre sabiendo el “hacia dónde”. Salir presupone una confianza, una fe en Aquel que nos invita a
ponernos en camino. Es dejar lo que tenemos en búsqueda de metas que nos
parecen mejores o para realizar una misión,
a
la que hemos sido llamados.
El
papa Francisco nos invita a ver la
misión ad gentes como una grande e
inmensa obra de misericordia, tanto espiritual como material. Nos invita a “salir” como discípulos misioneros,
ofreciendo todo lo que tenemos: talentos, creatividad, sabiduría, experiencia…
para llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la
familia humana.
Nos
dice el papa Francisco en Laudato si’ 208:
“Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás
criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay
capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo
que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad,
es la raíz que hace posible todo cuidado
de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de
considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de
uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida
alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad.”
Personas que se han olvidado de sí mismas, que han dejado patria, familia, lengua, que han salido a lo que llamamos “territorios de misión” para anunciar a Jesucristo con obras y palabras, son los misioneros “ad gentes”. Me permito darles la palabra para que contemplemos cuál es la razón de sus vidas.
Isabel
Solá Matas, religiosa de Jesús-María,
asesinada en Puerto Príncipe (Haití) el pasado 2 de septiembre, había escrito,
poco después del terremoto que había asolado Haití en 2011: “Mi vida religiosa
la siento, ahora más que nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida
que Dios me ha querido guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer
y hacer, sino de ser y ser… porque por muchos proyectos,
trabajos, planes que esté llevando adelante, al final lo más importante es lo que
somos y no lo que hacemos. No creo
que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo…porque yo no puedo
salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos y es lo
único que ahora me importa.
Tengo la curiosa
experiencia de que me falta todo y me sobra todo. Si entendéis eso, quizás es
porque también, alguna vez, os pasó un terremoto por encima que os aplastó, os
derrumbó, os machacó, os hirió, os amputó… pero no acabó con lo más importante,
que es las ganas de vivir, de creer y quizás de servir. No deseo el sufrimiento
a nadie, por supuesto, pero como éste es inevitable, lo que quisiera es que
aprendiéramos las lecciones que nos da
de humanidad, humildad y simplicidad que es lo que verdaderamente necesitamos
para ser felices.”
Teodoro
Nieto García, misionero en Chile, nos escribe: “Soy sacerdote salesiano desde
hace 64 años y misionero en Chile desde hace 42 años. A mis 92 años soy el
vicario de una comunidad religiosa que atiende a dos parroquias y a dos
colegios. Mi jornada diaria de trabajo se inicia con la oración comunitaria a
primera hora de la mañana y termina bien entrada la tarde sobre las 20:00
horas. Atiendo regularmente las celebraciones litúrgicas de funerales, que son
muy frecuentes, y también las visitas y unciones sacramentales a los enfermos.
Me
siento “servidor” ya que el Señor me da salud. Gracias a Dios, por ahí camina
mi lema sacerdotal: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” y procuro vivir
siempre la alegría salesiana, a cuerpo viejo, alma joven.”
Alegría
Fernández, misionera en Madagascar: “Siendo joven, esa frase de San Pablo:
‘Cristo me amó y se entregó por mí’ (Gál 2,20) fue para mí una revelación. Poco
a poco sentí la necesidad de pasar mi vida al servicio de los demás, amando yo
me sentía amada; de modo que lo que me tocara vivir fuese expresión de ese amor
de Dios, sobre todo hacia los más pobres.
Y
después de estos buenos deseos he comprendido que soy yo la más necesitada de
la misericordia de Dios, porque sigo siendo yo. Un día María me pidió azúcar,
un poco sorprendida le dije: ‘Hace solo unos días que recibiste azúcar ¿qué
hiciste con ella?’ Me contestó un tanto molesta por mi reacción: ‘Una madre
sola, con cuatro hijos, me pidió un poco porque no tenía, y la compartí. Es lo
que dice Jesús ¿no?: Amar al prójimo como a sí mismo”.
El papa Francisco termina su Mensaje del Domund con un recuerdo y una petición: “En este Año Jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el papa Pío XI en l926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar las sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofrendas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.”
1
Fernando Filoni “La Iglesia en Irak” ,
BAC, Madrid, 2016
Antonio González.
Delegación de Misiones