viernes, 7 de marzo de 2014

Ante el envío misionero de un sacerdote de la Diócesis

Querido Carlos, Paz y Bien!
           
Ya faltan pocos días para que comiences una de las experiencias más significativas de tu vida y que, a buen seguro, marcarán de una manera definitiva tu vida personal, espiritual y sacerdotal.

            Supongo que la vivencia de estos días entorno a la familia, los amigos, los compañeros y la vida diocesana, habrán removido en tu interior un sinfín de emociones, sentimientos y experiencias compartidas, vividas con unos y otros, en diferentes lugares, contextos y momentos de la vida.
            Paz y confianza en el Señor!, son las palabras que me surgen para ti en estos instantes previos, pues no hace mucho tiempo estaba viviendo yo esa misma situación en la que ahora tú te encuentras, no sé si con más nervios, pero te aseguro que con los mismos miedos y, a la vez, con una alegría y una esperanza que sólo se puede vivir en el interior del corazón y que, difícilmente, se puede explicar con palabras a quien no está dispuesto a dejarlo todo, por seguir al Señor hasta los confines de la tierra.
            Sabes, Carlos? Creo que somos unos privilegiados, pues hemos sido bendecidos por Dios con un don, una gracia: la llamada a la misión“ad gentes”. Tener la posibilidad de anunciar la Buena Noticia del Amor de Dios, allí donde todavía no se le conoce o apenas ha empezado la  evangelización, es un regalo que tenemos que cuidar y mimar cada día, pues tan valioso tesoro resulta a la vez ser de lo más frágil y delicado.

            Además, qué bonito resulta poder compartir esta “especial llamada” con otros compañeros sacerdotes diocesanos, algunos de los cuales son también paisanos nuestros: Fernando Mayoral, en Japón, esperando tu llegada y, José Alberto Serrano, con quien comparto trabajo pastoral, aquí en Zimbabwe. ¡Qué afortunada es la diócesis de Zaragoza en vocaciones misioneras! En los últimos años han sido muchas las personas (laicos, religiosas, religiosos y sacerdotes) que han sido enviadas a trabajar pastoralmente en diferentes lugares y continentes…, recuerdo especialmente a Eduardo, que está en Mozambique y, a Rafa, en Angola.
            Y es que el Señor, Carlos, te va a acompañar desde el primer instante en que pongas tus pies en aquella tierra, que pronto será “sagrada” para ti. Él te va a ayudar a descubrir una nueva manera de vivir, un nuevo pueblo donde tendrás que conocer otra lengua, otras costumbres y otras formas de celebrar y experimentar “su” presencia… No te niego, que al principio, tendrás que “resituarte” en todos los niveles como persona, creyente y sacerdote; ¡seguro que no te estoy diciendo nada de lo que tú ya sabes! A mí,personalmente, ha habido tres “pilares” (yo les llamo las 3 “Es”) que me han ayudado a vivir mejor este tiempo de cambio y transformación: Evangelio, Eucaristía y Evangelización (Los ejes principales de la vivencia de “Nazaret”en Carlos de Foucauld).
            No sé cuál será la primera palabra que aprenderás en japonés, yo te confieso que una de las primeras que aprendí en Ndebele, fue: “Ukubekezela”. Significa "paciencia".  Paciencia, mucha paciencia es lo que te tocará vivir en los comienzos!, porque lo único que no te va a faltar es tiempo y, sobre todo, la posibilidad de ir encarnándote, desde el amor y la pasión por el Reino, en aquel pueblo que el Señor, de una manera misteriosa, ha elegido para ti.
¡Qué bien lo expresa el Papa Francisco, en el nº 268, de la Encíclica “Evangelii Gaudium”: "La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo".
            Que esa misma pasión que ahora estás viviendo, sea fuente de gozo y alegría en tu vida misionera, y puedas comunicarla con los dones, talentos y caricias que el Señor ha sembrado en tu corazón.
            El próximo día 16 de marzo, sabes que estaré celebrando contigo y toda la comunidad diocesana, el gozo y el júbilo por tu envío a la misión en Japón.
            Cuenta con mi oración, mi recuerdo en la Eucaristía de ese día y la amistad que se mantiene, más allá de la distancia física.
           
            Unidos en la misión de cada día, José Luis Lázaro, Misionero en Zimbabwe