Infancia Misionera: Comparto lo que tengo

Por José María Calderón, Director de OMP en España

Yo creo que no somos conscientes del bien que puede hacer en nuestros niños y adolescentes la espiritualidad de la Infancia Misionera. El próximo 19 de enero celebraremos su Jornada en España. El obispo que la “inventó” y promovió, Mons. de Forbin-Janson, quería, a través de esta Obra, hacer descubrir a los pequeños que ellos también eran responsables de que Jesús fuera conocido y amado por todos esos niños que, desgraciadamente, no han tenido todavía la posibilidad de oír del amor de Dios.

Los niños deben saber que la Iglesia depende también de ellos y que la tarea fundamental que la Iglesia realiza, que es la evangelización, es suya, es parte de su compromiso de amor con Jesús. Por eso, si el pasado 2024 el lema era “Comparto lo que soy”, este año, para darle continuidad, proponemos “Comparto lo que tengo”. El niño, el adolescente, el joven, como el adulto o el mayor, puede y debe compartir lo que es: su fe, su amor a Dios y al prójimo, su pertenencia a la Iglesia… Y puede y debe compartir también lo que tiene: su alegría, su oración, su cariño y también, ¿cómo no?, su aportación económica.

Evidentemente, si la ayuda monetaria que podemos ofrecer desde España a los territorios de misión fuera exclusivamente lo que los niños pueden aportar, nuestro apoyo sería muy pequeño. Por eso contamos también con lo que se recauda en las parroquias, lo que aportamos los adultos…; y es importante, sin duda. Pero es fundamental, además de una alegría, ver cómo los más pequeños también se sienten parte de esta campaña; y, cuando se les involucra, entienden muy bien que la Iglesia, en este caso, las misiones, no puede prescindir de ellos y de lo que ellos pueden aportar. No es tanto la cantidad, siendo ésta algo importante: es la calidad. Como decía santa Teresa de Calcuta, “hacer cosas pequeñas con un gran amor”.

“Comparto lo que tengo” es descubrir a los niños que no es indiferente que ayuden o no, que recen o no, que animen a otros a participar de la Jornada o no… Dios quiere, sin duda, contar con ellos y valora cada gesto y cada acto de generosidad que puedan ofrecer, por pequeño que pueda parecer.

Por eso he comenzado diciendo lo importante que es y el bien que puede hacer el carisma de la Infancia Misionera en la formación y educación cristiana de nuestros niños y niñas. Es implicarles en la universalidad de la Iglesia, que se extiende mucho más allá de nuestras parroquias, colegios y grupos de fe. Es mostrarles la realidad de tantos niños y niñas que hay en el mundo, que no tienen las oportunidades ni las facilidades de vivir su fe, su vida cristiana, su pertenencia a la Iglesia que tenemos en nuestras ciudades y pueblos. Es ayudarles a descubrir que de ellos depende también que la evangelización siga avanzando y profundizándose en los lugares más recónditos e insospechados.

Es, en definitiva, contribuir a forjar cristianos auténticos, con corazón universal, con visión de eternidad, con ideales de grandeza. Muchos de los actuales misioneros que están evangelizando en Asia, en Oceanía, en África o en América descubrieron su vocación misionera por la participación en las campañas y actividades desarrolladas con motivo de la Jornada de Infancia Misionera. No se trata, por lo tanto, de una mera cuestación económica: es una forma de entenderse como cristiano, que ojalá muchos hubiéramos tenido la oportunidad de descubrir cuando éramos niños; es una forma de comprometerse con los que, como ellos, son niños llenos de grandes deseos e ilusiones; es una concreción del mandato nuevo del Señor, “como yo os he amado, amaos también unos a otros” (Jn 13,34), y, como Jesús a su vez concretaba, de dar ese vaso de agua a un niño que tiene sed (cf. Mt 10,42).

Hay que hacer un añadido a todo lo dicho hasta ahora, y es que los niños, que captan todo esto muy bien, pueden ser los apóstoles de esta forma de entenderse un cristiano a sí mismo entre sus padres y hermanos, entre sus tíos y vecinos…, porque son transmisores de lo que ellos viven, de lo que ellos han aprendido y han comprendido. La responsabilidad de los cristianos por la evangelización puede empezar por los niños, que llevarán a sus casas esta convicción y este compromiso. Al final, no es solo una cuestión de una Jornada: es una ayuda para transformar la sociedad en la que vivimos, tan individualista o, como le gusta decir a Francisco, tan autorreferencial, en un lugar de solidaridad, de preocupación por los demás, de deseos de hacer presente a Dios en nuestro mundo…; y conseguirlo ¡empezando por los más pequeños!

“COMPARTO...”              Misión es compartir lo que soy, pero también, y en paralelo, dar con generosidad lo que tengo. Siguiendo el ejemplo de Jesús, que compartió hasta el pan que multiplicó, yo también pongo mis recursos a disposición para ayudar a quienes más lo necesitan. .

“... LO QUE TENGO”     Es bonito pertenecer a una comunidad –la Iglesia– donde se comparte todo para que nadie lo pase mal. Unir nuestros bienes materiales para el bien común es una expresión de amor, una respuesta a la llamada de Jesús a ser misioneros en todos los aspectos de la vida.

Toda la información y materiales de la campaña en www.infanciamisionera.es


La Obra de la Infancia Misionera constituye “una verdadera red de solidaridad humana y espiritual entre los niños de los antiguos y nuevos continentes” (Juan Pablo II). En ella “los niños ayudan a los niños” en un dar y recibir recíprocos. 

Se trata de un importante recurso formativo, orientado a que los niños aprendan a participar de una manera activa y concreta en el anuncio de la Buena Noticia. Con su oración, sus ofrecimientos personales, su colaboración económica y su apertura a la posible vocación misionera, los niños ponen su granito de arena para transformar el mundo con el mensaje alegre y esperanzador del Evangelio y experimentan lo que es ser “pequeños misioneros”.

En España esta Obra celebra su Jornada el tercer domingo de enero, como impulso a las actividades que se desarrollan en las diócesis a lo largo de todo el año.

La Obra Pontificia de Infancia Misionera nació en 1843 en Francia, cuando el obispo Forbin-Janson recurrió a los niños de su diócesis, en vez de a grandes benefactores, para ayudar a otros niños necesitados en China. En 1922, el papa Pío XI asumió como suya esta iniciativa y le dio el carácter de Obra “Pontificia”. En España se implantó en 1852, con el apoyo de la Reina Isabel II. La primera niña registrada fue su hija mayor, la Princesa de Asturias.  Es la gran apuesta de la Iglesia para dar protagonismo a los niños invitándolos a que descubran la riqueza de la fe recibida en su bautismo y la compartan con los niños.

 DONATIVOS: ES85 2085 0113 6403 0000 0454  BIZUM: 38198 
Obras Misionales Pontificias Dirección Diocesana de Zaragoza

NO ES SÓLO "COSA DE NIÑOS"
Aunque el lema fundacional es "los niños ayudan a los niños", Infancia Misionera no es sólo para ellos. Desde que hace 100 años esta iniciativa se asumiera como Obra Pontificia, se convirtió en el cauce oficial de la Santa Sede para sostener el trabajo que la Iglesia realiza con la infancia en los 1.127 territorios de misión.
Las necesidades son enormes, así que también los adultos están invitados a colaborar en esta gran obra de la Iglesia con su oración y donativos.
Toda la información sobre como colaborar se encuentra en www.infanciamisionera.es