El Día de Hispanoamérica en las diócesis de España, este año, es una ocasión especial, por un llamado a la fe y a la solidaridad intercontinental.
La pandemia de la COVID-19 nos tiene confinados, distanciados y aterrados, pero no desesperados, ya que la fe del
Pueblo de Dios alza la mirada al Cielo para sobrevivir y superar la prueba inaudita.
La humanidad entera y, con ella, toda la Iglesia, se encuentran ante el gran desafío de esta crisis sanitaria, que es también social y económica. Las necesidades materiales y espirituales son numerosas y urgentes, y los caminos de acción diversos, sin embargo, una primera lección que no deberíamos olvidar es que estamos todos en
la misma barca, nuestras vidas se constituyen en relación, y para los cristianos, por el don del bautismo, en relación filial y fraterna.
Esta es la buena y bella noticia que, generaciones y generaciones de misioneros anuncian con el testimonio de su vida: Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras. (Aparecida, Mensaje final, n. 4).
El lema propuesto este año para el Día de Hispanoamérica no podría ser más cercano al Pueblo de Dios: «Unidos bajo el manto de María». Pues «Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Francisco, Evangelii gaudium, n. 286).
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