martes, 24 de octubre de 2023

Una misionera desde Sudáfrica, testigo de paz y reconciliación

OMPRESS-SUDÁFRICA (23-10-23) La Delegación Diocesana de Misiones de Zaragoza comparte el testimonio de la hermana Soledad Sáenz Rico, misionera comboniana, que escribe desde su nueva misión en Sudáfrica. Da las gracias a la delegación por tenerla siempre en sus oraciones y apoyarla y cuenta cómo vive la misión en su nuevo destino.

“Me encuentro en Sudáfrica desde hace 10 meses aun adaptándome pues a una cierta edad (64) no es muy fácil sobre todo el entrar en una nueva cultura, un nuevo idioma(s) y en fin… Había pedido regresar a Zambia el primer amor de mi vida misionera como diría San Daniel Comboni, pero mis superiores consideraron que me necesitaban en este otro país y pues aquí estoy haciendo la Voluntad de Dios.

Nunca, jamás, me olvido de vosotros al contrario os sigo siempre en el correo, pero no siempre lo puedo abrir. En este país uno de los grandes desafíos es la electricidad pues casi nunca está al alcance de las personas, pero yo les digo que con tener agua ya el resto como sea lo vamos llevando adelante. Aunque incluso el agua falta muchísimo. En fin estamos en una misión no fácil pero el Señor nos va guiando poquito a poco.


Mi nueva comunidad está formada por dos hermanas mexicanas, una costarricense y una italiana. Vivimos en un barrio que fue ‘construido’ durante el apartheid para traer a todas las personas negras pues el poder estaba en manos de los blancos y Mandela en la cárcel. Lo digo pues las personas mayores viven aun con grandes heridas por esta situación. Nosotras somos las únicas hermanas y ‘blancas’, ya esto marca la diferencia. Al inicio las personas no nos tenían confianza y nos miraban con cierto recelo, ahora poquito a poco las relaciones se han intensificado y ya hay una mejor aceptación por parte de ellos hacia nosotras. Ciertamente esto creaba en nosotras incertidumbre y dolor, pero nunca intentamos abandonar, al contrario, siempre de la mano de Dios seguir adelante. Visitamos también un asentamiento ilegal habitado en su gran mayoría por migrantes de países vecinos como Lesoto, Mozambique, Zimbawe, Malawi, Zambia, Uganda, Congo, entre otros.

La gente de la capital e incluso otras comunidades se maravillan de que vivamos aquí, pues es considerado uno de los lugares más pobres y más violentos de esta Provincia, pero la verdad que respeto con respeto se gana, y hasta ahora la gente creo que incluso nos cuida y están pendientes de nosotras. Somos una minoría católica pues la mayoría son de iglesias protestantes y sectas, aparte que existe también mucha brujería y otras prácticas. Nuestra pastoral es sobre todo de conocimiento, acompañamiento y escucha de las personas, para irlas ganando poquito a poco. Con todo, cuando yo llegué las hermanas que llegaron unos meses antes, se estaban reuniendo con un grupito de mujeres migrantes que, además de orar con la palabra de Dios, pidieron aprender algo para salir adelante… De pronto lo que se les ocurrió fue enseñarles a hacer rosarios y decenarios con un material que ellas tenían y que usamos en América Latina. Ahora gracias a una donación que recibimos precisamente de un grupo de personas de España, logramos comprar unas maquinas de coser y estamos con otro grupito de personas que aprenden un poco el taller de corte y confección. Me encomiendo y nos encomendamos a vuestra oración para que el Señor y la Virgen del Pilar nos sigan acompañando en esta misión y poder ser testigos alegres de Paz y Reconciliación en esta tierra”.