Hoy, en aquella misión de Mahate, en medio de musulmanes, ya se levanta una iglesia sencilla y blanca, que acoge en su interior una comunidad cristiana alegre y resiliente. Se ha ido levantando, humildemente, a lo largo de estos años de presencia, acogedora y sufriente, pero incansable… Como un testigo que brilla en la noche, y que dice, susurrando, que todavía hay esperanza.
El día 22 de octubre, Domingo de la Evangelización de los Pueblos, el obispo de Pemba bendecirá la iglesia, consagrará el altar y leerá el decreto de elevación a parroquia de esta misión que se ha convertido en testigo de paz en medio de esta realidad de tanta violencia.
Hoy la misión de Mahate tiene seis comunidades, han crecido con los ataques del norte de la provincia. La escuela primaria tiene cerca de 2.000 alumnos y el centro infantil 150 pequeños a los que podemos cuidar y darles lo necesario para crecer sin tanto miedo. Nuestra misión es un lugar para todos, pero hoy muchos hermanos musulmanes saben que también pueden contar con ella, que serán escuchados y podrán sentirse en casa. Nuestros proyectos siguen creciendo y ahora sé que ya no morirán. Una comunidad cristiana se ha ido consolidando y ya toma las riendas…
El día 23 de septiembre haremos una celebración para entrar juntos en este tiempo de gracia, celebraremos la reconciliación y la unción de los enfermos, bautizos y comuniones, matrimonios y confirmaciones, y también serán instituidos ministros extraordinarios de la palabra y la eucaristía. Se están preparando cerca de cien catecúmenos para la iniciación y otros cien pequeños que ya han frecuentado la catequesis. Es lo que podemos darle a Dios, nuestras vidas y nuestra libertad, para que Él pueda seguir haciendo crecer las semillas lanzadas por doquier.
Me gustaría haceros presentes a cada uno de un modo especial en nuestra fiesta. Desde siempre hemos levantado oraciones a Dios por vosotros, ahora os pondremos especialmente en sus manos y le pediremos que os bendiga y podáis sentir la inmensa felicidad que os deseamos. De algún modo vuestros nombres se quedarán escritos en las paredes de esta iglesia que con tanto cariño me habéis ayudado a levantar. Todo es, al fin y al cabo, un misterio de comunión del que todos participamos. Es lo que construye la paz. Por eso, desde este misterio de amor, seguiremos unidos, con ese lazo que nada puede ya destruir. ¡Gracias de todo corazón!”.